No recuerdo cuándo fue la primera vez que tuve contacto con un balón, pero sí sé que, a partir de ese momento, el deseo por poder dedicarme profesionalmente al fútbol no se separó de mi vida. Como muchos de los niños que he conocido, destiné mucho tiempo y recursos para ser futbolista y, pasando por las diferentes categorías de formación del fútbol base, tuve la oportunidad de nutrirme de todos aquellos privilegios que nos aporta el deporte. Durante toda mi vida estuve acompañado de esa variabilidad de emociones que el entrenamiento y la competición me ofrecían, guiado por ese objetivo que me alumbraba y alimentado por todos los familiares, amigos y compañeros que me encontraba.

Haciéndome preso de un estilo de vida basado en el cumplimiento de objetivos y tras no poder cumplir con el deseo de ser futbolista después de ser consciente de mis propias limitaciones, decidí dedicar todos mis esfuerzos a sacar el máximo rendimiento a la Licenciatura en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Tan reforzado como confuso durante mi paso por la universidad, tuve la necesidad de investigar y profundizar en las ciencias del deporte para poder convivir de manera natural con mis eternas dudas. Mi primera experiencia como preparador físico me llegó sin apenas haber acabado la carrera y, desde entonces, he tenido el privilegio de no dejar de ejercer y la oportunidad de no dejar de equivocarme. Aturdido por la necesidad de aprender le di continuidad a mi proceso de formación del que nunca espero salir. Terminé un Master Universitario en Preparación Física de Fútbol, otro Master Universitario en Prevención y Readaptación de Lesiones Físico-Deportivas, niveles de entrenador, cursos de especialista en fuerza, acondicionamiento físico y entrenamiento deportivo… y, por fin, tras 6 años de investigación armonizada con mi formación y mi profesión, defendí mi Tesis Doctoral.

Todavía no he sido capaz de encontrar los ingredientes perfectos ni la fórmula adecuada para poder conseguir los objetivos por el camino más corto, sin embargo, he sido capaz de aprender a respetar los procesos, de convivir con la incertidumbre y la complejidad que nos acompaña, de creer que ninguno de nosotros es tan bueno solo como todos juntos y de darme cuenta que la última de las libertades que tenemos es elegir la actitud con la que afrontamos las diferentes circunstancias. He crecido y madurado de la mano del obstáculo y del tropiezo, teniendo fe en que la dificultad es una oportunidad disfrazada y asumiendo que el miedo, a diferencia de la excusa, es un compañero de viaje imprescindible para mantener mi estado de alerta y de atención. He aprendido que el primer paso no te lleva donde quieres ir, pero te saca de donde estás, y que, en todo el proceso, las oportunidades no son producto de la casualidad.

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